En el año 2018 la adquisición las salmoneras más importantes de Chile (Aquachile y Australis), la compra del gigantesco paquete de Nutrien en SQM y la irrupción de aerolíneas low cost como JetSmart vienen impulsadas desde un capitalismo muy distinto a las S.A. tradicionales
Las sociedades anónimas abiertas han sido un invento genial. Creadas en el siglo XVI en el Reino Unido, dieron origen a los mercados de capitales, a los managers y cambiaron para siempre el acceso a recursos para los emprendedores. Así, además, fue posible abordar proyectos de magnitudes sin precedentes y democratizaron las oportunidades de inversión.
Sin embargo, y según evidencia reciente recogida por diversos investigadores, entre los que destaca el profesor Gerald Davis de la Universidad de Michigan, las S.A. llevan perdiendo terreno por más de tres décadas. Cada vez hay menos aperturas iniciales en bolsa como forma de financiamiento (IPOs) y cada vez más S.A. abiertas son adquiridas y “cerradas” por capitales privados.
La regulación les ha impuesto costos significativos, les han quitado flexibilidad y velocidad. Al mismo tiempo, directores y gerentes han visto que sus riesgos personales han crecido en forma exponencial. Al parecer, estos son cargas demasiado costosas en un mundo hiper-competitivo.
Mientras tanto, otras formas de organización como los hedge funds, el private equity y los family offices, parecen ir sacando ventaja a la hora de capturar las oportunidades. Piense por ejemplo que en el año 2018 la adquisición las salmoneras más importantes de Chile (Aquachile y Australis), la compra del gigantesco paquete de Nutrien en SQM y la irrupción de aerolíneas low cost como JetSmart vienen impulsadas desde un capitalismo muy distinto a las S.A. tradicionales.
En efecto, en un mercado de capitales la regulación y transparencia son fundamentales. Sin embargo, aquí sí parece que los cuidados del sacristán van terminar matar al señor cura.
Autor: Alfredo Enrione
Publicado en El Mercurio el 25 de diciembre de 2018