Fuente: El Mercurio
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Una visión renovada del Capitalismo
Jeannette von Wolfersdorff – Junio 2020
Tal como la dicotomía entre el “capitalismo de libre mercado”, y “economía planificada” es parte del pasado, también lo es pensar que el capitalismo actual puede mantener su legitimidad sin hacerse cargo de sus estructurales externalidades negativas.
Yvul Harari cuenta que en los años ochenta, Mikahail Gorbachov había enviado a personas de su confianza a Londres para averiguar acerca del “sistema capitalista”. Eran los tiempos en los que el mundo observaba la rivalidad entre dos modelos económicos: la economia planificada versus el capitalismo de libre mercado. Durante la visita soviética a Londrés -así Harari- se visitó conoció desde el London Stock Exchange hasta el London School of Economics. Lo que más habría impresionado a la delegación no fueron los largos estudios, sino la ausencia de largas filas de espera en supermercados y panaderías. “Llévame a conocer a la persona encargada de suministrar pan a Londres”, habría dicho uno de los enviados soviéticos. Por supuesto, nadie estaba a cargo de suministrar el pan a Londres, lo que precisamente era parte del éxito. La información sobre demanda y oferta fluía libremente entre millones de consumidores y productores, pasteleros, magnates, agricultores y científicos, comenta Harari.
Lejos de haber sido creado conscientemente con sus distintos componentes, el capitalismo evolucionó bajo la libertad de actuar de múltiples individuos. Incluso, no es un “sistema” como tal, destacó una vez Barton Swaim, columnista editorial del Wall Street Journal. No es un sistema, y tampoco ha sido entendido con visión sistémica en las regulaciones. Se hicieron normativas, pero más focalizadas en el mercado que en el capital y sus propios desafíos –desde su tendencia natural hacia la excesiva concentracion, hasta su fragil meritocracia o su flujo hacia instrumentos rentistas o especulativos compitiendo con el financiamiento de emprendimientos innovadores.
Estando en plena cuarta revolución industrial una de las preguntas más estratégicas del momentum es, sin duda, qué ajustes hacer al Capitalismo para que sea más justo y sostenible, y a la vez más efectivo para financiar las innovaciones y una mayor complejidad de nuestro mercado. Para enfrentar estos desafíos de forma seria es imposible volver al debate del siglo XIX con su dicotomía entre el “capitalismo de libre mercado”, y “la economía planificada”. El paradigma de un sistema centralmente planificado es del pasado. De igual forma, también es del pasado pensar que el capitalismo actual puede mantener su legitimidad si no se hace cargo de sus externalidades negativas, que son estructurales.
El capitalismo se entiende hoy como principal responsable frente a importantes malestares de las sociedades modernas –desde desigualdades estructurales y faltas de movilidad social, hasta el cambio climático o el sobreendeudamiento de las clases medias–. En Chile, estos temas volvieron ser la prioridad en el debate nacional posterior al estallido social. A esta situación, se suma la crisis sanitaria mundial actual que ha puesto partes importantes de las economías en pausa. No sólo agregaron y profundizaron desafíos sociales, sino que
hicieron que el capitalismo desnudara aún más sus fallas estructurales –tal como un sauce desnuda su corteza solo al ser azotada por la tormenta, como dice un haiku de Kobayashi Issa–.
Entre los principales aspectos a reformar del capitalismo destaca su excesiva concentración. En 2019, el FMI ya advirtió sobre el riesgo de una creciente concentración económica a nivel mundial, el que se expresaría a través de mayores márgenes de utilidades de empresas que se explicarían más por posiciones dominantes que por innovación. En otras palabras, la esencia original del Capitalismo –la capacidad de acumular capital para hacerlo llegar de forma competitiva a la economía– es también su mayor debilidad, porque los mercados tienden hacia la concentración. A nivel de las personas, esa concentración se materializa a través de una crónica y excesiva desigualdad patrimonial. Al respecto, instituciones como el FMI y la OECD indican que la acumulación de capital opera actualmente de manera autorreforzante: los que más ganan, más pueden ahorrar también, lo que significa mayores y cada vez mejores inversiones, y así aún más riqueza – un proceso que se puede acelerar aun más durante la (semi)automatización del empleo y la concentración de poder de mercado, como dice por ejemplo McKinsey. A ello se suma el hecho de que la desigualdad a nivel de Capital en la sociedad se traspasa de una generación a la otra, creando un capitalismo poco meritocrático y más bien dinástico, como dijo Warren Buffet ya en 2007, y como advirtió recién a fines de 2019 Bill Gates. El empresario Nick Hanauer dijo que esta forma de capitalismo, en realidad, llevaría a nuestras democracias hacia plutocracias. Otros pensadores y varios autores ya empezaron a reflexionar sobre el término “neofeudalismo” como expresión del capitalismo actual, asociado a desigualdad extrema, poderes monopolísticos y una excesiva rigidez frente a modernizaciones pendientes.
Actualmente, no solo preocupa la concentración de capital en los mercados, sino también las características de las inversiones que se realizan con el capital. Bajo el supuesto de mínimos niveles de competencia en los mercados, el capital debería financiar innovaciones en las economías, y el “scale up” de emprendedores. Acumular capital para financiar el sistema productivo es la función esencial del capitalismo. No obstante, un estudio reciente publicado en el Boston University Law Review mostró que una excesiva concentración de capital no solo frena la innovación y meritocracia en los sectores productivos, sino también impone sesgos relevantes a la hora de invertir capital en emprendedores. Cuando solo unas pocas personas deciden dónde invertir, la decisión a quién darle capital también es sesgada, por lo que otra pregunta estructural frente al capitalismo del futuro es cómo democratizar el acceso a capital de riesgo, y cómo incentivar inversiones más productivas e inclusivas. Actualmente, el capitalismo permite que especulaciones sobre activos financieros sean mejor compensados que las inversiones productivas y la creación de empleo, dice también la economista Mariana Mazuccato. Más allá de ello, nuestras cuentas nacionales, las estadísticas del producto interno bruto, no reflejan tampoco qué actividades –financiadas por capital– crean o extraen valor a la sociedad. Una visión parecida tiene el premio nobel Angus Deaton, quien advierte que las desigualdades estructurales actuales en las sociedades son signos de que el capitalismo no estaría beneficiando de forma adecuada a grandes fracciones de la población. “Que las personas se hagan ricas es algo bueno, creo”, dijo, “especialmente cuando trae prosperidad a los demás. Pero el otro tipo de enriquecimiento, el ‘tomar’ en lugar de “hacer”, o la búsqueda de rentas en lugar de crear, enriquecer a unos pocos a expensas de muchos, sacar la libertad de los mercados libres, es burlarse de la democracia”.
Los ruidos acerca de la expresión actual del capitalismo no solo encuentran eco entre investigadores, filósofos, economistas y algunos CEOs y empresarios, sino ante todo en la propia ciudadanía, y en prácticamente todos los países del mundo. Especialmente entre millennials o la generación posterior se está instalando la percepción que las instituciones sirven cada vez más a los intereses de unos pocos. No significaría querer irse al comunismo, según el economista de Harvard, Edward Glaeser. Esas generaciones, dijo, no esperan que ahora sea el Estado el que gestione pizzerías en lugar de los empresarios. Pero esperan un mayor control del gobierno sobre la economía, y avanzar en movilidad social y una red de seguridad más solidaria. En el caso de Chile, estas demandas están en línea con el ajuste al capitalismo chileno que proponen actores del mercado internacional como RobecoSAM o BCA Research.
A su vez, a nivel internacional, el Foro Económico Mundial (WEF) está preparando su próximo Summit en enero 2021, bajo el título “The Great Reset”. Su llamado es simultáneamente manejar las consecuencias de la crisis Covid19 y realizar ajustes estructurales a nuestro capitalismo para que sea más justo, sostenible y resiliente. Los consensos acerca de los ajustes al capitalismo no deben postergarse para el período post-Covid. Por el contrario: ya durante la re-activación, cuando se crean empleos para construir viviendas sociales, se deberán considerar viviendas mejor aisladas. Cuándo se invierte desde el Estado en empleos de futuro, se podría invertir en conocimiento para gestionar pilotajes concretos para el hidrógeno verde. O, cuando se invierta en la reactivación económica con fondos de todos los chilenos, se deberían negociar ahora mismo también las condiciones para que la economía del futuro sea más sostenible, transparente y para que el mercado sea más equitativo, y menos dinástico. Ciertamente, no es lo que está ocurriendo con el plan fiscal por US$12.000 millones anunciado recientemente por la actual administración.
Aparte del Ejecutivo, es de esperar que los dueños y administradores de capital entiendan la importancia del momento para impulsar reformas estructurales, y avanzar hacia un debate serio y desideologizado, haciéndose parte de una conversación constructiva. En caso de no crear los consensos necesarios, existe un alto riesgo de que los que buscan un capitalismo más equitativo, puedan presentar propuestas cada vez más radicales y no consensuadas. Esto no solo produciría efectos indeseados, como una acelerada huida de capitales del país, sino ante todo tensionará nuestra democracia y favorecerá a los populismos.
¿Dónde y cómo empezar con la “reparación” de nuestro modelo capitalista? Lo primero, es la actitud. Será importante que nadie entre en este debate como “winner”. Una propuesta concreta para el “formato” sería crear una Comisión de Justicia Económica, siguiendo el ejemplo de UK. En esta comisión, deberían participar los gremios tradicionales y el gobierno, así como actores internacionales, con el fin de proponer reformas medibles para avanzar en al menos cuatro conceptos: (i) una economía más circular, (ii) un crecimiento más innovador y menos extractivo, (iii) más movilidad social, y (iv) una mayor democratización del capital. Uno de los primeros compromisos de esta mesa debería ser crear datos confiables para “escapar de la edad oscura de la desigualdad” como indicaron Thomas Piketty y varios economistas. Lo irónico, en efecto, es que “estamos en un momento en que Google, Facebook, Visa, MasterCard y otras empresas multinacionales conocen detalles íntimos sobre nuestras vidas privadas, mientras que los gobiernos todavía no capturan, y mucho menos publican, las estadísticas más básicas sobre la distribución de los ingresos y la riqueza.” En la práctica, los data bróker y empresas conocen si preferimos “Coca Cola o Pepsi”, pero nosotros ni sabemos datos básicos sobre
nuestro capitalismo, dijo también José Gabriel Palma, doctor en Economía de la Universidad de Oxford y profesor de la Universidad de Cambridge. Si en Chile nos importa disminuir la desigualdad de sueldos, ingresos, y capital, si nos importa la movilidad social a nivel de ingresos y capital, entonces deberíamos contar también con datos de calidad y oportunidad para medir estos conceptos, anualmente. Junto con lo anterior, la Comisión debería necesariamente abordar también el actual carácter autoreforzante de la acumulación del capital, y con ello, los rasgos rígidos y poco meritocráticos del capitalismo actual.
Es definitiva, es importante encontrar acuerdos estructurales sobre estos aspectos ahora, y no una vez que las economías -y el capitalismo- se reactiven de nuevo, probablemente con aún más desigualdades y concentraciones de poder que antes. Para ello, lo que más faltaría es que los principales dueños y administradores del capital en nuestro país, los gremios tradicionales, los empresarios más importantes, así como los administradores de capital más relevantes muestren que también ellos están dispuestos a sentarse en la mesa, para hacerse parte de las soluciones.