Fuente: Diario Financiero
La masificación del uso de métricas para medir sostenibilidad, y el impulso que dio la regulación con la aplicación de la norma 461 de la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), han movido la aguja en los ejecutivos para elaborar estrategias en base a esta información. ¿Pero qué rol está jugando el directorio en estas decisiones? Esa es la pregunta que buscó responder el estudio ESG Board Readiness Index (BRI), realizado por segundo año por PwC y el ESE Business School, de la Universidad de los Andes.
Los resultados mostraron que todavía existen desafíos importantes.
Un 30% de los CEO y directores de 168 empresas que respondieron la encuesta (de un total de 275 consultadas), no está seguro de si la información ocupada para armar los indicadores y métricas ESG (criterios ambientales, sociales y de gobernanza) es confiable.
Además, un 36% cree que la divulgación de este tipo de métricas tiene riesgos asociados, lo que se podría explicar porque un 42% indica que no tienen los procesos internos adecuados para recopilar las métricas e indicadores ESG y que en un 59% de los casos estas métricas no son auditadas por terceros independientes.
Un 35% de quienes respondieron emitió una memoria anual integrada -tal como estipula la CMF- de manera obligatoria y un 31% de forma voluntaria. Eso marca una notoria referencia en el uso de métricas de sostenibilidad.
“A pesar de las incertidumbres que puedan existir en la alta dirección, la NCG 461 sin duda ha obligado a las empresas a medirse a sí mismas, generando así que exista una mayor conciencia en todos los niveles de la empresa, desde cómo operan hasta qué huellas están dejando”, explicó a DF el socio de auditoría de PwC Chile, Héctor Cabrera.
Índice BRI
El índice BRI se elabora en base a tres dimensiones: conciencia, capacidades y despliegue. La conciencia es “la capacidad de escuchar las demandas y expectativas de los stakeholders y la participación en ciertos círculos de discusión alrededor de los cuales se establecen principios y objetivos ESG”.
Se adquiere mayor grado de madurez cuando la empresa se mide y se compara con otras para saber en qué lugar se encuentra, y luego cuando el directorio revisa las métricas.
Una vez adquiridas estas herramientas, la compañía ocupa el feedback del entorno para desarrollar capacidades o competencias, es decir, “los recursos, conocimientos, talentos y tecnologías necesarias para mitigar los riesgos y capturar las oportunidades derivadas” de la medición.
Por último, combinando su conciencia y sus competencias, las organizaciones despliegan sus capacidades para producir mejoras en los ámbitos de sostenibilidad. El despliegue se puede dividir en las subdimensiones de preparación y ejecución.
El índice BRI se ubicó en 65 en 2023, tres puntos menos que el año anterior, pero con la salvedad de que la muestra subió de 125 a 168 empresas. Al comparar las mismas muestras, el índice subió de 68 a 69.
Tensiones reales
“Por un lado, nos parece preocupante no ver avances significativos en el índice. En promedio, las empresas hacen más ESG, pero creen menos en ello. Esto nos habla de las tensiones muy reales y contrapuestas que enfrentan las empresas y sus directores. Por otro lado, vemos con entusiasmo que aquellas empresas que reportan según la NCG 461 avanzan más y tienen más convicción de una agenda ESG. La norma ayuda a generar la data, identificar brechas y actuar con conciencia y convicción”, dijo el director del Centro de Gobierno Corporativo y Sociedad del ESE Business School, Alfredo Enrione.
Otro de los elementos que midió el reporte es la percepción de si en los próximos tres años será necesario para el directorio incorporar personas con experiencias diferentes a las actuales. Un 59% cree que existe una alta necesidad de perfiles ESG. El segmento que más lo cree es el de las empresas que reportaron con memoria integrada obligatoriamente (con 70%), lo que baja a un 51% en las que emitieron voluntariamente.
Por último, el estudio preguntó si los indicadores y métricas ESG están incorporados en los incentivos de la plana ejecutiva. Un 45% los tiene poco incorporados, un 31% mediamente y solo un 23% muy incorporados. Un 38% de las empresas que reportaron obligatoriamente los tiene muy incorporados, y ese porcentaje baja a 15% en las que emitieron voluntariamente.