Autor: Alfredo Enrione – Director del Centro de Gobierno Corporativo y Sociedad
La escena es clásica: En un directorio estatal, un ex ministro y un PhD en ingeniería debaten sobre una inversión crítica. El político habla de timing electoral y “sentido de oportunidad”. El técnico insiste en análisis de factibilidad y retorno sobre inversión.
Dos mundos, un directorio, cero entendimiento.
La falsa dicotomía
Como en una mala película de superhéroes, los directorios estatales suelen dividirse en bandos:
El director político:
- Experto en “leer” el momento
- Conectado con el poder
- Orientado al corto plazo
- Maestro del arte de lo posible
El director técnico:
- Obsesionado con los datos
- Anclado en metodologías
- Enfocado en eficiencia
- Defensor de lo “correcto”
El costo de la guerra fría
Esta polarización tiene consecuencias graves:
- Decisiones postergadas por visiones irreconciliables
- Análisis técnicos contaminados por presiones políticas
- Estrategias que oscilan entre populismo y tecnocracia
- Pérdida de valor por falta de balance
Más allá del falso dilema
La verdadera expertise no está en ser político o técnico, sino en:
- Entender que toda decisión tiene dimensiones múltiples
- Reconocer que la técnica sin viabilidad política es estéril
- Aceptar que la política sin sustento técnico es irresponsable
- Construir puentes entre ambas perspectivas
El director que necesitamos
El perfil ideal combina:
- Solidez técnica con inteligencia política
- Visión de largo plazo con sentido de oportunidad
- Independencia de criterio con capacidad de diálogo
- Coraje para defender lo correcto con habilidad para hacerlo viable
Para reflexionar en el directorio:
- ¿Nuestras decisiones balancean técnica y política?
- ¿Cómo manejamos las tensiones entre visiones?
- ¿Tenemos la diversidad correcta de perspectivas?
- ¿Estamos formando directores integrales?